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El blog de Tere

El anillo

El anillo Fue en junio de 1996.

Yo, la verdad, estaba hasta la madre.

Y cuando una está hasta la madre el nivel de tolerancia se hace más difícil de llevar.

El esposo en cuestión había anunciado que se iría en mayo. Llegó mayo, pasó mayo y terminó mayo. Y nada...

No nos hablábamos ni para lo indispensable. El llegaba a dormir por obra de no se qué artes (probablemente para no pagar hotel). Finalmente eran sus últimos días en un país que despreciaba y sus últimos días de matrimonio. Se tomaba sus tiempos, sus espacios. Lo veía cada vez menos.

Por mi parte, me había hecho el propósito de no dejarme caer. Este periodo era ya lo último que había que aguantar. Si algo había aprendido hace 8 años era a tener paciencia. No podía colapsarme porque había alguien menor de 5 años que dependía de mi cordura, esa menor, la Lennon, fue el salvavidas del momento.

El miedo a un futuro incierto con una menor de edad a mi cargo era menor que mis ganas de salir del gran error cometido. Pero, de veras, tenía que haber estado o totalmente borracha o totalmente drogada para decír que sí. Y lo peor del asunto es que ni borracha ni drogada, únicamente sola. Vaya que la vida te da sorpresas, como bien decía Pedro Navajas.

Inesperadamente el 10 de junio anunció: "Me iré en 3 días, jueves. Ya tengo el boleto. Sólo te pido una cosa. No quiero empacar ni salir mientras la niña esté aquí ni quiero verte a ti cuando finalmente salga de esta cosa que llamas hogar. Vete desde temprano. No la lleves a la escuela y llévatela todo el día. Puedes regresar a partir de las 5 de la tarde".

El jueves 13 de junio de 1996 amaneció soleado. El día era espléndido. La Lennon dormía en su camita con una paz que, por supuesto, se encontraba fuera de mí. El esposo se levantó y no me habló. Salió a las 9:00 a.m.

Para un día especial hay que hacer cosas especiales. Primero lo primero. El vestido verde esmeralda con un borreguito blanco en el centro. Bolsitas naranja. Unos moñitos en el cabello lacio y a la príncipe valiente. A mí me tocó una falda corta y una blusa blanca. Maquillaje esmerado y un sentimiento de que lo mejor de la vida estaba por venir. Lo mejor del guardarropa para un día especial.

Una hora después habíamos salido...

El recorrido del día fue variado. Paradas en casa de mi madre, en la de mi madrina, en Plaza Universidad, en McDonalds. Y hubiera entrado al cine con la Lennon si no hubiera sido porque vi en mi reloj la hora. ¡Dios! ya eran las 4:30 p.m. Fue realmente impresionante la rapidez con que el tiempo pasó.

El regreso fue rápido. La llave entró sin problema. Se oyó un eco al abrir la puerta. El departamento estaba semivacío. Cabrón... se llevó hasta los sillones de la sala. No importa, tengo el resto de la vida para comprar una sala 10 veces mejor que la que teníamos. ¿Pero para qué demonios se la llevó? ¿Que no iba derecho al aeropuerto para regresar a su país? ¿Sera... será que los llevó al Monte de Piedad que se encuentra a unas cuadras a mal venderlos con tal de conseguir tres pesos para su viaje? Naaaaaah.... digo, es codo y su calidad humana deja mucho que decir, pero no malvendería muebles en el Monte de Piedad para su (poco) beneficio personal ¿verdad? Digo, para lo que pagan en el Monte de Piedad... No... seguramente rentó otro departamento y necesitaba por lo menos lo básico. Pero.... pero bueno, me vale madres. Se fue, ¿no? El objetivo se cumplió. Lo demás es lo de menos.

El viernes 14 de junio abrí los ojos y sonreí. Raro porque normalmente abro los ojos en la mañana y suplico media hora más de sueño (sin sonreir). Me incorporé en la cama, eran las 7:40 a.m., justo el momento en que tendría que iniciar actividades normales. La Lennon entraba a las 9:00 a.m. y si quería dejarla a tiempo en el kinder tendría que apurarme. Nos bañamos, nos reímos, bromeamos. En el estereo sonaba For No One a todo volumen.

A las 9:15 a.m. ya había regresado del kinder. La Miss Carmen, la pobre que siempre mandaban a la puerta a vigilar la entrada porque era la más reciente en ingresar a la lista de maestros de la escuela, hasta preguntó por qué estaba tan contenta. ¿De veras era tan obvia mi bienvenida a mi nueva vida?

A las 9:30 salí. Vaya ni el rutinario café mañanero me tomé. La idea se me había clavado en la mente y era de esas que deben realizarse en el momento de concebirlas.

Caminé unas cuantas cuadras. No muchas.

"Señorita, ¿qué vende?"

"Hola señor. ¿Cuánto me da por este anillo matrimonial?"

"A ver permítame... mmmmmm.... es oro de 14, señorita... No es mucho lo que vale".

Mi mirada vagaba por el local del coyote. En realidad no le iba tan mal al tipo, el local era relativamente grande y estaba repleto de alhajas en una vitrina. Por ahí, atrás, al fondo, había varios estereos y algunos muebles.

"Mire, señorita, le doy 350 pesos, ni un peso más, es que no me sale..."

(Mirada de escepticismo. El anillo, éste que traigo en el dedo anular izquierdo, costó 3 mil pesos. Este desgraciado sabe bien su negocio, indudablemente)

"Oiga, señor, no se pase, como 350 pesos..."

"Bueno, señorita, mire, voy a ayudarla, le doy 400, no puedo darle más porque ya no me saldría..."

La decisión no fue difícil. Aún si hubiera ofrecido 100 los habría tomado. Ese era el precio del error y estaba en ese momento más que dispuesta a pagarlo.

"Tómelo, señor".

El señor coyote, bajito, morenito, con bigote tipo Pedro Infante sonrió. Había hecho un buen negocio. Entró a su local y se dirigió al fondo. No salió rápido. No me importó, ya me encontraba saboreando las mieles del futuro incierto y cargado de responsabilidades fuertes.

"Pásele señorita, permítame ir a cambiar".

Entre sin prisas. Me detuve en la vitrina de la entrada. Cómo me gustan los diamantes... gustos de rica.

En realidad no se tardó mucho.

"Perdón señorita, pero es que acaba de pasar un señor y me dejó sin cambio".

Ante una frase tan reveladora hasta la pregunta es necia. Sólo voltée para identificar a mi antigua sala. Ahí estaba, completita. El love seat, el sillón de tres plazas y el sillón individual.

Solté una carcajada al tiempo de extender la mano. El coyote puso en ella cuatro billetes de 100 pesos.

1 comentario

Fausto Enrique -

Mi tía me contó alguna vez una bonita historia de un anillo, (nada que ver con el señor de los mismos), pero lo único que recuerdo es que anillo en italiano es lo mismo que anhelo.
Esta vez no hay consejo, reflexión, crítica ni análisis.
Espero que ya tengas tu sala 10 veces mejor que la que tenias.
ciao.